


El consumo se dispara en esta época del año bajo la certeza de que el esfuerzo merecerá la pena y las rebajas aliviarán la cuesta de enero. Sin embargo, no se suelen tener en cuenta las consecuencias no sólo económicas, sino psicológicas que provoca el sentimiento de frustración por no poder comprar aquello que tanto se desea. Los psicólogos recomendamos autoreflexión y controlar los impulsos en momentos decisivos como la Navidad y las rebajas.
La compra compulsiva ¿Que es?
La compra compulsiva, que consiste en el afán desmedido, incontrolado y recurrente por adquirir cosas no es un fenómeno exclusivo de fechas como la Navidad, en las que la insistencia de la publicidad comercial y la tradición consumista podrían explicar un cierto aumento de los gastos.
es una adición en toda regla, más común de lo que la gente pueda pensarse. Es un impulso irreprimible, un acto poco consciente, del que después nos arrepentimos porque compramos cosas inútiles o gastamos más de lo que podemos.
El problema es que los gastos no acaban en diciembre. Tras unos días de dispendios considerables llegan las rebajas, que se intentan aprovechar para compensar los gastos navideños. Las compras en esta época sí que suponen un comportamiento totalmente compulsivo que tiene que ver con compras innecesarias, porque pensamos que vamos a ahorrar. Se adquiere bajo la trampa de pensar que va a resultar muy bonito y barato.
Los expertos aseguran que esta tendencia está también relacionada con la propia inseguridad del consumidor, en ocasiones dominado por el afán de convertirse en el más guapo o el mejor vestido, a la vez que se esfuerza por demostrar su poder adquisitivo o mantener su posición en el círculo de amigos. En una sociedad donde se realza tanto la estética, se considera imprescindible ser el "más guapo".
Los publicistas se defienden y rechazan las críticas. Argumentan que su trabajo está dirigido a hacer más cómoda la vida del consumidor, quien a veces necesita que le “recuerden” las ventajas de determinadas compras. “Marketing no es sinónimo de engaño, sino una disciplina con la que se pretende fomentar el consumo y crear atracción sobre el producto”, dicen los expertos.
Consecuencias

Los psicólogos advertimos de que esta circunstancia afecta sobre todo a las personas más vulnerables y con una situación económica modesta, para los que ocupar y mantener un buen estatus social es fundamental. Se trata de quienes se rigen por el refrán ‘tanto tienes, tanto vales’, y que ven las compras como una señal de identidad porque creen que son lo que compran. Si lo que compran no les coloca en la posición que persiguen puede aparecer un estado de frustración. Son las compras compulsivas las que pueden llevar a esa situación, no lo contrario: el no comprar alienta el deseo de hacerlo, pero no llega a frustrar. Ese sentimiento aparece más bien cuando las compras no cubren las expectativas.
En el caso de los niños, el problema es aún mayor cuando el pequeño se convierte en el único de sus compañeros que no viste una determinada marca o que no tiene el último disco de su cantante preferido. Es entonces cuando se crean muchos sentimientos de frustración individual y se enseña, desde edades muy tempranas, a seguir una tendencia consumista. Los niños no quieren unas zapatillas que no sean de marca porque todos sus compañeros las tienen de marca.
Según un informe publicado por el Worldwatch Institute bajo el epígrafe “La situación del mundo 2004”, el impulso consumista se genera para dar respuesta a una necesidad ante un estímulo constante, lo que supone que buena parte de los gastos no están justificados, sino que, en realidad, contribuyen a crear problemas como la obesidad o el endeudamiento. Se deberían fomentar más valores como la amistad.
Controlar los impulsos

Por ello la autorreflexión constituye, según estos expertos, el primer paso para encontrar salida a una situación que, si no se remedia desde el principio, puede convertirse en una enfermedad patológica que ya afecta al 3% de la población europea y a partir de la cual el individuo no puede evitar acercarse a un comercio para comprar.
Además del control de los propios impulsos, hay otras medidas cuya puesta en práctica puede reducir el uso de la tarjeta de crédito. Ayuda, por ejemplo, la elaboración de un presupuesto previo en el que limite el gasto que se puede realizar sin poner en peligro la economía doméstica o distinguir entre compras las justificadas y las que no lo están.
Además, al ir de compras conviene llevar una lista de los artículos que queremos adquirir y se recomienda evitar comprar en momentos de euforia o desánimo, ya que determinadas situaciones psicológicas favorecen la compra irracional.
También es importante ser consciente de que la reducción en el precio de algunos productos no conlleva la reducción en el precio de todos, no dejarse llevar por las tentaciones, controlar lo que se gasta –se puede utilizar una calculadora para sumar cada nuevo producto que cae en el carro– y no sentir vergüenza por salir sin comprar nada.
En el caso de los juguetes, una buena medida es la adquisición de artículos que no contengan pilas ni requieran el uso de electricidad, y, si esto resulta imposible, habrá que asegurarse de apagar los juguetes cuando no sean utilizados por los pequeños o controlar el tiempo que pasan “enchufados”.
Las compras compulsivas como patología
Nuestros gastos superan nuestros ingresos.
No sabemos en qué se nos va el dinero. Llenamos los armarios de compras inútiles que no utilizamos. Hacemos compras de las que luego nos arrepentimos. Recibimos el extracto de la tarjeta de crédito y nos asustamos con el volumen de gasto que hemos generado. No podemos recordar dónde y cuándo hicimos el gasto... Éstas son algunas señales de alarma que nos indican que gastamos demasiado. Aunque en nuestra sociedad actual el comprar por el placer de
comprar es algo habitual, los psicólogos coinciden en afirmar que se trata de una patología que muchas veces esconde desórdenes del comportamiento: una personalidad caprichosa, baja autoestima, ansiedad, deseos de ser admirados, envidiados y deseados, de mejorar socialmente.Según el Informe Europeo sobre adicción al Consumo, una tercera parte de los ciudadanos de la UE tiene serios problemas de autocontrol y entre el 1 y el 5 por ciento, son adictos a las compras. Lo que en un principio parece ser un acto voluntario y sin consecuencias graves, puede crear situaciones conflictivas: endeudamiento, ruptura del equilibrio personal y familiar, crisis de pánico. E incluso, llegar aún más lejos, si quedamos atrapados en esta conducta repetitiva y terminamos creando una auténtica adicción. La mayoría de las veces se debe simplemente a hábitos que hemos aprendido y que también podemos aprender a modificar para poder vivir de una manera que nos permita gastar nuestro dinero de una forma sensata.Cambio de hábitos
Terapia de inundaciónCuando deben sonar las alarmas para pensar que podemos estar en esta situación
Si soy un comprador compulsivo. ¿Qué puedo hacer?
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario