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La llegada del lánguido otoño trae consigo, además de la caída de las hojas de los árboles, un trastorno conocido como la "depresión de otoño". Esta alteración afecta al 30% de la población española, principalmente a mujeres de entre 20 y 45 años, aunque las cifras aumentan en los países con menos horas de luz solar durante la época invernal. Así, en zonas próximas al ecuador incide en el 1,5% de la población y en Canadá en el 10%.
Aunque la vuelta al trabajo o a los estudios siempre supone un bajón moral para casi todo el mundo, ya que se terminan los placeres del ocio vacacional, muchas personas unen a este decaimiento totalmente normal, otro tipo de síntomas generados por el cambio de estación.
El cambio de estación es el causante de una tristeza propia del otoño que se califica como depresión otoñal o, según la terminología de otros expertos, síndrome afectivo estacional. Las modificaciones de los ritmos vitales derivadas de la reducción de horas de luz y de la llegada del frío son el origen de este trastorno psicológico.
Síntomas
Los síntomas más frecuentes suelen ser la desmotivación, la sensación de tristeza y la reducción de las habituales energías. Estos síntomas, que no son alarmantes y que irán desapareciendo conforme el organismo se adapte la nueva situación estacional, pueden agravarse con problemas de concentración, alteraciones en el sueño, irritabilidad, desórdenes alimenticios, disminución de la libido, entre otras manifestaciones.
Sin embargo, ninguno de estos cambios llega a provocar malestar clínicamente significativo o deterioro social o laboral, no considerándose una patología mental. es decir se considera algo pasajero. Si su persistencia aumenta más allá de 2-3 meses ya podemos estar hablando de un trastorno afectivo que requiere ayuda profesional de un psicologo/a.
Causas: ¿Porqué aparece?
La causa se encuentra en nosotros mismos y nuestro organismo: dependiendo de la luz solar existente, el cerebro envía órdenes a ciertas hormonas, sobre todo la melatonina, que se encargan de regular el sueño, la temperatura corporal o la sensación de hambre. La producción de la melatonina es mayor con la reducción de horas de luz, y a la vez disminuye la cantidad de serotonina, otra hormona que tiene que ver con el estado de ánimo. Se ha comprobado que la melatonina alta provoca una reducción de serotonina. Eso explicaría el bajón anímico que supone el otoño para cualquier persona. El problema se puede agravar si el paciente tiene tendencia a sufrir depresión, ya que la simple reducción de horas de sol será el desencadenante natural de un nuevo proceso depresivo. Se ha comprobado que personas que tienen tendencias a sentirse deprimidas y ven siempre de forma negativa su vida y su entorno tienden a sentirse peor en esta época del año.
Como combatirla
La conducta, las salidas y los contactos sociales
Los expertos recomiendan no dejarse llevar por esa sensación de decaimiento y tristeza, que actúa como un círculo vicioso: tristeza->aislamiento e inactividad->pensamientos negativos->tristeza.... . De este círculo nos cuesta siempre mucho trabajo salir. Llevar una vida activa y encontrar nuevos puntos de motivación personal pueden ser claves para sobrellevar los nuevos hábitos y costumbres que llegan con el otoño. hacer ejercicio, proponerse hacer algunas cosas durante el dia, con objetivos concretos, salir de casa, reunirse con amigos/as...puede ser muy terapeútico.
La alimentación: pieza clave
La baja temperatura corporal que provoca un nivel alto de melatonina hace que muchas personas que padecen depresión otoñal tiendan a comer demasiados alimentos con alto contenido calórico. Si a esta circunstancia le añadimos la ansiedad que genera la tristeza y la desmotivación propia de esta patología, podemos encontrar casos de serios trastornos alimenticios (subida de peso, malas digestiones, empachos...). En otros casos, un estado anímico bajo provoca pérdida de apetito en el paciente, con lo que éste no podrá elevar sus ya de por sí mermadas energías. Los expertos consideran clave una buena alimentación, sana, ordenada y equilibrada, para pasar el bache anímico que supone la llegada del otoño. El hierro, presente en las legumbres, los cereales, la carne y las verduras, es un mineral básico para fortalecer el organismo, por eso no debe faltar nunca, y especialmente en otoño. Las vitaminas y minerales han de estar presentes en la alimentación, por eso no deben escasear buenas provisiones de verduras, frutas, cereales y productos de origen animal. La vitamina C, además, es vital para no caer en los típicos catarros. Los frutos secos, que se encuentran en el mercado en gran variedad precisamente en esta época, son fundamentales para aumentar de manera saludable nuestras reservas energéticas. No debemos olvidarnos de las proteínas y los hidratos de carbono, los mejores carburantes para nuestro cuerpo. Tampoco olvides tomar un desayuno completo antes de comenzar el día. Te ayudará a renovar tus energías: zumo de naranja (vitamina C), fruta (vitaminas y minerales), cereales o tostadas (hidratos de carbono y minerales) y café con leche (el café te despejará y la leche te suministrará proteínas y calcio).
Video descriptivo de la Depresión: A continuación encontrará un video sobre lo que significa la depresión. Es divulgativo.
Cuentenos su experiencia de la Depresión Otoñal...será muy útil para nosostros y para los demás. ¿Ha notado los síntomas? ¿Que ha hecho para combatirlos? ¿Como se ha enfrentado a ellos? ¿ha tenido problemas que le han costado superarlos? ¿Que consejos le daria a quien los haya sufrido?. Escríbanos su comentario... Muchas Gracias.
Esperabamos llegar de vacaciones y estar como nuevos....Pero algo nos dice que todo no va bien. Algo notamos que nos hace no estar agusto. Nos sentimos mal en el trabajo y, por ende, en todos los lugares y situaciones donde estamos. No sabemos lo que nos pasa pero es así.
Lo habitual que nos courra es padecer a la vuelta de vacaciones unos síntomas de debilidad generalizada y astenia. Puede haber problemas de insomnio que conviven con una somnolencia importante a lo largo del día. La capacidad de concentración se ve limitada así como la tolerancia al trabajo: cada vez nos cuesta mas ir a nuestro lugar de trabajo y nos cuesta mantener la atención en él, con una sensación de desidia y hastío. En otras ocasiones puede aparecer una sensación de angustia vital que puede llevar a un bloqueo en el cual la persona que lo presenta es incapaz de tomar cualquier decisión. Puede haber un cambio de carácter con cierta agresividad, sin embargo, se establece habitualmente y de forma progresiva una sintomatología más propia de un cuadro depresivo. Por todo ello, se afectan diversos aspectos del estilo de vida. El trabajo, como se ha comentado antes, resulta difícil de realizar. La concentración así como la capacidad de tomar decisiones está deteriorada. Puede ser imposible ordenar la agenda y poner en marcha todas las gestiones o encargos propuestos. Por ello, puede iniciarse un verdadero círculo vicioso en el cual el trabajo se va acumulando con lo cual se une al nuevo trabajo por realizar, aumentado por el retraso de toda la labor acumulada a lo largo del periodo vacacional, lo que provoca una mayor insatisfacción. Es un círculo vicioso, la persona se ve en un callejón sin salida. Las relaciones con los demás pueden deteriorarse. Los más cercanos en el trabajo y en el hogar pueden sufrir las consecuencias. Un carácter agriado incluso violento puede introducir tensiones en nuestras relaciones con los demás. Esto puede llegar a producir la ruptura sobretodo si por parte de la otra persona no tiene una conciencia real de lo que está ocurriendo. Esta crisis puede afectar no solo a las relaciones emocionales sino también a las laborales. A nivel personal se tiene conciencia de que algo no funciona.
Los síntomas:
Fatiga
Cansancio
Insomnio
Falta de apetito
Sentimiento de tristeza
Dificultad para concentrarse
Irritabilidad
Sudoración
Náuseas
Problemas estomacales
Las fases pueden ser la siguientes:
1.- Predominio de una sensación de desconcierto ante algo que ha surgido casi por sorpresa y que no se manifiesta con una sintomatología concreta que nos permita identificar el origen del problema.
2º Se intenta seguir adelante a pesar de que cualquier propósito de superar el “bache” parece acabar en fracaso. Esta sensación de no levantar cabeza y de asistir atónito a un desmoronamiento de nuestra forma de vida puede llevar a la persona que padece este problema a una inquietud e inseguridad. Este síndrome postvacacional se puede desarrollar con una intensidad muy variable y de diferentes formas, en algunos casos esta variabilidad puede hacer muy difícil su detección.
3º Esta falta de diagnóstico puede llevar a manifestar una incomprensión hacia estas personas que pueden agravar el cuadro.
4º Posible baja laboral y cuadro depresivo/ansiedad
5º Solicitud de ayuda ante la confusión generalizada a las personas más cercanas.
¿Qué predispone al Síndrome Postvacacional?
Existen algunas situaciones o estados que predisponen a padecer este síndrome:
Vacaciones largas, agotadores o durante las que no se descansa adecuadamente.
Adaptación insuficiente al ámbito laboral, presente incluso antes de las vacaciones.
Falta de motivación laboral.
El reloj interno
Toda la actividad vital que desarrollamos (nuestro estilo de vida) se desenvuelve en función de una serie de rutinas y de organización de unas formas de vida que nos hace sentirnos felices. Este estilo de vida está de acuerdo con una especie de reloj interno que marca el estado en que el organismo se encuentra, los llamados biorritmos. Además, se necesitan una serie de motivaciones que impulsen a seguir adelante a lo largo de la vida. Estas motivaciones actúan muchas veces como verdaderos parachoques que permiten superar muchas dificultades. La presencia actual de esas motivaciones otorga una especial resistencia frente a la adversidad. Un fallo en ese biorritmo habitual así como una ausencia de dichas motivaciones en el contexto de una vuelta a la vida ordinaria tras un periodo vacacional puede producir la aparición de este síndrome. Durante las vacaciones es de todos conocido que ese ritmo de vida sufre un cambio significativo. Desaparece el ritmo de trabajo mientras que los periodos de descanso se prolongan a lo largo del día. El descanso al mediodía adquiere una mayor importancia favorecida muchas veces por una actividad nocturna intensa. La hora de acostarse se retrasa con lo cual lo mismo ocurre con la de levantarse. Esto unido a una ausencia casi completa de rutina con un desorden total de nuestros hábitos incluidos las comidas da lugar a que nuestro biorritmo se vea profundamente afectado, si es que llega a existir. La vuelta a la vida ordinaria puede suponer un cambio brusco para el organismo. Se restituye la rutina a la cual teníamos acostumbrado nuestro cuerpo, sin embargo, en el momento de nuestra incorporación a esa rutina nos falla lo fundamental. Si no se produce ese acoplamiento rápidamente a este nuevo ritmo de vida se produce una falta de coordinación entre los que la rutina nos exige y lo que podemos ofrecer. Por otro lado, la ausencia de motivaciones o la focalización excesiva de éstas alrededor del periodo estival da lugar a que una vez acabadas las vacaciones, desaparece cualquier motivación que nos anime a seguir adelante, sobretodo cuando contemplamos con pavor como hasta el siguiente periodo vacacional tiene que transcurrir todo un año. La concurrencia de ambos fenómenos puede dar lugar a la aparición de éste síndrome postvacacional.
RECOMENDACIONES PARA SUPERARLO A continuación relatamos algunas recomendaciones necesarias para las personas que padecen o pueden padecerlo:
Aclimatarse de forma pausada y ordenada: Intente no volver al trabajo al día siguiente de llegar de vacaciones. Un pequeño período de adaptación (dos o tres días) para reencontrarse con el barrio, el horario o el tiempo, suele ser el primer paso para evitar el síndrome.
Integrarse lo antes posible: La vuelta al trabajo debe suponer retomar las relaciones tal y como estaban antes de partir e incluso mejorarlas, si es posible. Por tanto, desde el primer día de trabajo es conveniente fomentar las relaciones con los compañeros de trabajo. Por supuesto, para hablar con los compañeros es mejor usar el tradicional cara a cara y no recurrir a fax, teléfono o Internet que nos aislarán del resto de la oficina.
Organizar una dieta equilibrada: Beba mucha agua y evite las comidas pesadas o basura. Reduzca el café, el tabaco y el alcohol, así como el sistema de comidas que llevaba durante el tiempo de ocio.
Ha de adaptarse progresivamente a la rutina de trabajo. Organizar la agenda, la mesa, los papeles, los viajes...
Concéntrarse en los aspectos positivos: No piense sólo en lo bien que lo ha pasado en vacaciones o el mal tiempo que hace a su vuelta. Seguro que su trabajo tiene aspectos positivos; concéntrese en ellos y disfrútelos.
Usar técnicas de relajación: Puede que practicar disciplinas como el Yoga o la meditación, darse un buen masaje shiatsu, que le ayuden a superar el trauma de la vuelta al trabajo. Además, si posteriormente continua practicándolas mejorará su calidad de vida durante todo el año.
Consultar a su empresa: Cada vez más empresas ponen a disposición de sus empleados ayuda profesional para superar este síndrome. Tenga en cuenta que lo que a la empresa le interesa es que sus trabajadores rindan lo mejor posible. Un empleado desmotivado le cuesta más que contratar una pequeña ayuda terapéutica.
Si a pesar de todos estos consejosno consigue superar el síndrome postvacacional, el problema es otro. Si siente aversión a su trabajo, realmente puede que sufra otro síndrome: el del burn out o síndrome del quemado con el trabajo; es decir, ya odiaba su trabajo antes de irse de vacaciones y este período ha sido un respiro. El problema, por tanto, puede que no esté en las vacaciones, sino en el propio trabajo. Ya plantearemos en otro articulo el tema ¿He de cambiar de trabajo?
En esos casos, y cuando el síndrome postvacacional nos supera hay que pedir apoyo profesional, un psicólogo/a nos puede ayudar a vivir mejor.